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Apología del tontilismo.


Publicado originalmente el 24 de abril de 2014.
Imagina una sociedad llena de tontos. Bueno, a ver, es una palabra cualquiera, tontos. No hablo de tontos sin más, tontos como gente con capacidades reducidas ni nada por el estilo. Imagina que, por ejemplo, quisieron mostrar su curiosidad en el peor de los momentos y entonces fueron reprimidos. Imagina que en la busqueda de los límites sociales se llevaron palos verdaderamente fuertes. Quizá tuvieron revelaciones a destiempo sobre la vida, cuando sus mentes aún no estaban preparadas para procesar la desdicha, no por capacidad, sino por oportunidad. Al fin y al cabo, entre tontos es asumible que todos los tontos son iguales, pero unos son más iguales que otros, y los tontos se rien de ello. Es su aliciente en forma de retroalimentación chauvinista: el tonto se rie de otros cuando no saben algo. El tonto no piensa que ser tonto es hacer tonterías, sino no saber algo o no haber vivido algo. Así de tonto es el tonto, que incluso llega a ser tontista.

Imagina conmigo, imaginemos qué ocurriría. Al final resulta que tendríamos gente ocupando diversos puestos que no son capaces de desarrollar por su cuenta. Reyes que no reinan, presidentes que no presiden, ministros que no administran, pueblos soberanos que no ejercen su poder sino que prefieren que otros les justifiquen las cuentas, y demás. Médicos que recomiendan fumar, contribuyentes cumplidores que te piden defraudar, periodistas que cuentan lo que les dicen que cuenten, o incluso demócratas con miedo a la democracia.

La simbología hace al mundo tonto porque es una tontería. El tonto negará ser tonto porque jamás asumirá que hace tonterías. Y solo bajo una ferrea disciplina tonta puede asumir su lugar en "la tontería". ¿No es acaso una tontería que yo hable como un tonto de otros tontos? Pues claro, nunca dije que no fuese humano (digo, tonto). De hecho, soy muy tontamente disciplinado (sea cual sea el significado que se elija para esa frase).

No considero que tenga más derecho a decidir sobre la vida de otros que nadie: sería una tontería. Pero esta negación a veces lleva a otra tontería. Tontería, quiero decir, como sinónimo de reflexión tonta: la libertad de otros no existe, solo existe la libertad propia, que es la única que somos capaces de idealizar. La de otros solo la reivindicaremos por empatía o simpatía si su reivindicación es del mismo corte del que sería la nuestra propia.

¿Y si cambiamos libertad por tontería? La tontería de otros, entonces, no existe, y el único tonto soy yo por hacer juegos de palabras tan ridículos que, aparentemente, no llevan a ninguna parte.

Los estudiosos Dunning y Kruger ya nos lo explicaron: a veces ocurre que los tontos se creen listos, y los listos, tontos. Pero incluso exponer ese estudio al hablar de los tontos es una soberana tontería.

Imagina una sociedad llena de capitalistas...

Por: manuko | Fecha: 28/03/2018 09:44


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