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Pero... ¿por qué tuvo que haber un Jesucristo?


Este texto pretende dilucidar desde la razón la realidad histórica de la existencia de Jesucristo, dejando de lado la sensibilidad espiritual y el plano de la Fe.
Como tantas otras cosas, me gusta la antropología y la historia. Sin estudios sobre antropología por ningún lado, excepto de autodidacta, si que me ha interesado mucho, como literatura, el relato histórico, las mitologías griegas, nórdicas, latinas, hinduistas, judías, cristianas, mahometanas, y algo por ahí de las religiones mesoamericanas precolombinas. Vaya, el cuerpo canonico de la antropología religiosa, ese canon pop que a muchos nos llama.

En ese sentido, uno de mis libros favoritos es el Genesis de Robert Crumb: su validez como relato, para mi, trasciende lo meramente formal y pasa al terreno de lo artístico por la puerta grande. El libro se basa en una serie de estudios antropológicos sobre el origen de la sociedad hebrea judía, cruzandolo con el relato del Génesis del Pentateuco judio (el origen del mundo para judios, cristianos y mahometanos). Crumb es un dibujante de comics, así que no es el libro de referncia definitivo, pero precisamente por ser un comic, para mi es el epitome del conocimiento sobre el relato del Genesis: un relato mitológico sobre la creación del mundo ideado como justificación de la existencia de un pueblo elegido: el que rinde culto a ese Dios.

Dejando ese inciso atrás sobre el libro de Crumb, uno de los temas que han llamado mi atención (como la de tantos otros) es la existencia de la figura de Jesucristo. A pesar de ser ateo de nacimiento (ni bautizado ni dogmatizado en ninguna religión), la religión católica, y el cristianismo en general, es parte estructural de la cultura dominante en España, Europa y, además, tiránica y hegemonista sobre otras a lo largo de la historia.

Jesucristo, Yoshua, Cristo, Emanuel, El Ungido: un judío que, pretendidamente, vivió en el siglo I (su supuesto nacimiento es el inicio de nuestra era), alardeando de ser hijo de una virgen fecundada por Dios, y por tanto el legítimo heredero del trono del Monte Sion, es decir, del reinado sobre Israel. El monte Sion fue el lugar donde se encontraba la fortaleza dedicada a los dioses pre-judios cuando la invadió el Rey David de los judios, estableciendo allí el centro religioso del mundo. Desde allí, el tal Jesúcristo gobernaría el mundo.

Hablamos de la Palestina romana

El relato de la vida de Jesús se enmarca en una época histórica caracterizada por la extensión del reciente Imperio Romano, que anteriormente a convertirse en Imperio ya dominaba la región de Judea, una pequeña región donde la cantidad de religiosos ortodoxos significaban potenciales problemas para las fuerzas de ocupación romanas. Los romanos, como dijera el guión de La Vida de Brian, llevaron a la región nuevas calzadas, acueductos, una cierta educación formal, y una producción creciente de riqueza a base del comercio que, en todo caso, mediante el sometimiento de la población, acababa lejos de allí. Al igual que en otras regiones del imperio, la población no se sometía fácilmente a la imposición de fuerzas extranjeras dominando su territorio. Y hablamos de un cruce de caminos: el próximo oriente es el lugar donde convergen las rutas hacia el sur de Asia, el norte de Asia, África, y Europa, lo cual nos hace pensar que siempre fue una región con una población extensa y con rutas comerciales importantes.

Estos hechos, las rutas comerciales importantes (que hacen ver a la población la riqueza, pero no dejan grandes reditos en las mayorías), la extensión de la población (que implica carestía, comunión, extensión del pensamiento mágico), la pequeña extensión del territorio de la provincia (lo cual hace más intensa la sensación de carestía, de comunión y de pensamiento mágico), y la ocupación romana (que implica explotación de la población local), hicieron de Judea un polvorín con rebeliones periodicas promovidas por diversos grupos de ortodoxos religiosos. En ese contexto, el Imperio Romano favoreció el establecimiento de un clero judío, heredero de los religiosos de la corte de Herodes, al que promovió al Gran Sanedrín, una institución que ganó importancia con la llegada de los romanos, al ver los romanos en dicha institución un sistema de control local de las leyes que les convenía.

Los romanos fomentaron así la multiplicidad de sectas en el judaismo, pues los Sanedrín (uno en cada ciudad, y el Gran Sanedrín en el templo de Jerusalén) resultaron, a ojos de gran parte del pueblo judio, instituciones arcaicas corrompidas por el imperio romano. En ese contexto toman importancia las sectas mesianicas que proclaman el fin del mundo y la llegada de un salvador. Salvador, que en hebreo se dice Yoshua. Yoshua, el Salvador, al que llamaron Cristo, o Christos, El Ungido en griego. El Salvador Ungido = El Elegido = El Mesias. Llevamos dos milenios usando como nombre, Jesús, lo que era un título, El Mesias. Y de ahí el nombre Iesus Christos, latín de Jesucristo, que se le dio en las traducciones latinas de los evangelios de Jerónimo de Estridón (San Jerónimo). Este último ha sido relacionado en ciertos estudios con el Diocleciano, el concilio de Nicea, y un señor llamado Lactancio que, básicamente, habría inventado el cristianismo entero entre él y unos colegas de la época. Más aún, de esa época es la aparente fundación historica de la ciudad de Nazaret, de la que, por otra parte, no hay registro por ninguna parte antes del siglo III de su existencia: tan solo aparece en los evangelios. Y hay mucha documentación histórica de la época de la Palestina romana...

El relato no importa: la historiografía si.

Hasta ahora, por el nombre y por el contexto histórico, Jesucristo sería solamente una figura mitológica, no un personaje histórico.

El relato dice que Yoshua, "El Salvador", del que decían haber sido fecundado sin que su madre perdiese la virginidad (que sería, dicho mal y pronto, algo así como exhalar aire sin haber inspirado previamente, es decir, una chorrada), nació mientras sus padres estaban de viaje para ser censados en su ciudad de origen. Al momento, su madre y su padre (supuestamete putativo) se marcharon con él a Egipto. Luego volvieron a Nazaret. Y ya está, no se sabe nada más hasta que cumple 30 y le bautiza su primo. El evangelio de Lucas dice literalmente "crecerá y se fortalecerá llenándose de sabiduría y de la gracia de Dios", que es como decir "Meh, no sé, años".

Llega el punto en que las contradicciones del relato resultan indiferentes. Es decir, se suele atacar el relato evangélico de la vida de Jesús en base a las contradicciones dentro de cada evangelio y entre las distintas versiones del relato. Ahora bien, esto es lo de menos: la veracidad histórica de un relato no viene dada por el contenido de este relato, que no tiene por qué ser perfecto, sino por la multiplicidad de relatos coherentes con la historiografía. Es decir, que los relatos coincidan en algunos hechos como cuando fueron escritos, que los autores sean reconocibles por documentos históricos de la época (no solo por sus escritos, sino por los de otros hablando del autor), y porque el relato sea contrastable por pruebas documentales de distintas procedencias. Es decir, demuestra más mi existencia real una partida de nacimiento, un DNI, o mis notas de cuando iba al colegio, que millones de personas hablando de mi porque han leido u oido sobre mi vida. Pensar lo contrario sería como decir que Harry Potter es un personaje histórico.

¿Qué tenemos con Jesucristo? Dos nombres, Jesús y Cristo, el primero muy común, y en ambos casos referentes a un título (El Salvador en arameo, y El Ungido en griego). Añádele un relato fantástico sobre su nacimiento, poca información sobre su infancia, otro relato fantástico, o como poco metafórico, sobre el momento siguiente de ser bautizado (se va al desierto a enfrentarse a sus demonios), y al poco estaba dando latigazos a los comerciantes del templo de Jerusalén.

Hay otro nombre más a tener en cuenta: Barrabás, o Bar Abbas, significando Hijo del Padre. Bar Abbas no era un nombre común en el Jerusalén romano del siglo I, al contrario que Yoshua, que si era un nombre bastante extendido. Bar Abbas parece más un mote que pudo ser asignado a varias personalidades, ya que los relatores mesianicos solían empezar sus discursos apelando al "Padre", "Abbas", y por lo tanto eran tenidos en cuenta como "Hijos del Padre", o barrabases. Este apodo bien pudo asignarse a alguien llamado Yoshua que además predicase el fin del mundo y la llegada del reinado de Dios sobre la Tierra, un Yoshua, o Jesús, que seria apodado como Hijo de Dios, y que realmente... suena a cliché del judaismo.

La burla de Roma: doce apostoles.

¿A que me estoy refiriendo? Bien, vamos a ver... partamos del hecho de que el cristianismo no surge en Palestina, sino en el Imperio Romano en general. La génesis de la secta es intrazable más allá de unos cuantos patriarcas, llamados Apostoles, del griego para "Enviados", que supuestamente habría elegido el Hijo del Padre, Yoshua Christos, para predicar su religión. En su obra, estos apóstoles habrían intentado sustituir simbólicamente a los doce patriarcas de las doce tribus de Israel, es decir, pretendían revisar la religión judía. Y tampoco es que lo hicieran de una manera muy genuina: el ministerio y obra de Jesús es un calco de la vida y obra de José de Egipto (o José el Patriarca), que, por supuesto, tenía once hermanos y vivió en Egipto antes de comenzar su ministerio, a los 30 años, como "Hijo de Dios", en este caso Faraon de Egipto (Sesostris I, Sestrosis II, Sestrosis III, o Anenemhat III), que era tenido como Dios, y que le habría "bautizado" o recibido en la religión egipcia faraónica al haber interpretado los sueños del Faraon (que serian los sueños de un Dios en vida para los propios egipcios).

Además, los Apostoles, si actuaron, lo hicieron lejos de su región de origen: menos de la mitad de ellos habrían muerto en la Palestina romana, mientras que el resto se habrían desperdigado por medio mundo: Grecia, Turquía, Siria, Jordania, e incluso Etiopía e India. La vida y obra de estos apostoles está en el terreno de lo legendario en gran parte, sin poder asegurar en ningún caso su origen ni su final excepto a través de leyendas vinculadas entre si y no contrastables con otros documentos objetivos, excepto en algunos casos poco característicos que si demostrarían la posible existencia de alguno de ellos. Estos apostoles habrían fundado los núcleos de una secta del judaismo mesiánico según la cual el mesías ya habría venido, pero nadie excepto ellos le hicieron caso hasta que, milagrosamente, resucitó un rato para después ascender a los cielos.

Dejando de lado el resto de mitos robados a otras religiones o tradiciones anteriores, como lo de caminar sobre las aguas, convertir el agua en vino, y resucitar a los muertos, y todo el rollo de la resurrección al tercer día y los cuarenta días en el desierto peleando con sus demonios y tal, pasando directamente a lo que pudiera interesar como algo distinguible desde el plano antropológico menos centrado en los mitos, el propio relato del funeral de Jesus resulta chocante. En los rituales judíos parece que es algo abobinable dejar al muerto solo antes de ser enterrado, y según el relato de Flavio Josefo y otros, en la época se le tendía a dejar posado en el suelo, para representar su unión simbólica con el barro del que venimos según el Genesis. Sin embargo a Jesucristo le habrían introducido en una sepultura sin ser realmente enterrado, no se le habría dejado al nivel del suelo, sino sobre un sepulcro, y se le habría abandonado allí encerrado una vez muerto. Eso si, cubierto, tal como manda la tradición judía, para que no se le escapara el alma. Y ya que tapado, que sea con un sudario blanco, tal y como dicta la tradición... romana.

Jesucristo: un Dios romano.

Venga, volvamos a Roma. Por los relatos de Josefo, el cristianismo no tiene especial repercusión entre los judíos palestinos de la época, que además se enfrentaban aún a una ocupación que no solucionaría una resistencia mesiánica pacífica como habría promulgado Jesúcristo según el relato. Jesucristo habría muerto hacia el año 33, pocos años antes de nacer Flavio Josefo, mientras en el año 66 hubo una guerra civil y expulsión de los romanos que conllevó la reconquista romana en el año 70 y la destrucción del templo de Jerusalén. El contexto histório del surgimiento del cristianismo es ese.

Sin embargo, esa supuesta doctrina de revisión y universalización del judaismo se hace tremendamente fuerte a partir de esa época en Roma, sin tener ninguna importancia antes. Digamoslo así: casi nadie había oido hablar de Jesucristo hasta entonces, y como mucho algún lider de la secta se había visto involucrado en conflictos con el Sanedrín y sentenciado a muerte, como recoge la tradición judía en el Talmud y tal y como relata la vida de alguno de los apostoles. ¿Por qué casi nadie había oido hablar de Jesucristo? ¿Por qué da la impresión de que se le conocía más fuera que en Palestina? La respuesta es sencilla, y a la vez intrincada: las rebeliones judias que conllevaron una intensa expulsión de la población judía.

Los romanos destruyeron el templo de Jerusalén y obligaron a los hebreos a disgregarse por el imperio romano. Esto se conoce como Diaspora, la salida de los judios de su tierra prometida. Y es en ese momento en el que grandes masas de judios llegan a Roma como inmigrantes, desnortados y sin esperanza una vez el templo había sido destruido y su identidad nacional se resquebrajaba.

Los Flavios gobernaban en Roma entonces, y el emperador Vespasiano llegó incluso a adoptar a un judio, Yosef ben Mattityahu, "José hijo de Matías", que pasó entonces a llamarse Tito Flavio Josefo, el cual al parecer tenía grandes dotes intelectuales demostradas desde pequeño, y del cual ya hemos hablado bastantes veces antes, pues es bien reconocido como historiador de la época en las decadas siguientes a la supuesta venida del mesias, y encima tuvo puestos importantes entre los judios antes de eso...

La historia de Josefo, contrastable como personaje por sus propios escritos y el reconocimiento otorgado la documentación romana, es la de un patriarca rabínico pacífico que habría llegado a Roma en el 64 para pedir al emperador Nerón que liberara varios sacerdotes judios presos por las revueltas, por lo cual fue hecho preso él mismo, y liberado poco después por influencia de Popea Sabina, mujer de Nerón.

En el 66, en la gran revuelta judia que acabó con la destrucción del Templo de Jerusalén, Josefo era general de los ejercitos de Galilea. Con la reinvasión romana, fue otra vez hecho preso y puesto frente a Vespasiano, que aún no era emperador, pero al que Josefo dijo que lo sería. Vespasiano, alagado, le mantuvo preso en lugar de ordenar su muerte, y le liberó en el año 69 al convertirse en emperador, adoptandolo con el nombre romano con el que le conocemos, haciendo gala de las más tradicionales supersticiones latinas.

En el año 70, Flavio Josefo viajó a Jerusalén con Tito, hijo de Vespasiano, en la campaña de pavor que acabaría con las revueltas palestinas y daría lugar a la diaspora judía, destruyendo el templo de Jerusalén. Posteriormente, en Roma, Josefo sería historiador y divulgador histórico de la asimilación judía de parte del imperio romano. Habiendo nacido al poco de la muerte de Jesús, siendo un importante representante de la comunidad judía, e incluso comandante de las fuerzas del gran sanedrín, las únicas palabras de Josefo sobre los cristianos se refieren a una pequeña secta escindida del judaismo en la propia Roma. Aparte de eso, suele citarse a Flavio Josefo relacionado con algún texto, que se ha demostrado falseado, en el que recogería cierta filiación de un tal Jesús hermano de Santiago. Una vez más, por cierto, Flavio Josefo no sabe nada de ningún sitio llamado Nazaret, aun habiendo sido comandante de ejercitos judios en la región y registrando la historia de las revueltas judias y la reinvasión romana del territorio una vez nacionalizado romano. Es decir: en su obra, cita todas las ciudades de la región, menos Nazaret...

Un momento...

Aquí debemos plantearnos dos cosas:

1. ¿Por qué se rebelaron los judios, una vez más y tan fuertemente, contra los romanos? El Emperador Caligula, hacia el año 40, enfadado porque habían destruido un busto suyo en Yavné (norte de Israel), mandó construir una inmensa estatua suya en el mismisimo Templo de Jerusalén, y aunque los propios burócratas romanos pusieron freno a al construcción por lo polémica y provocativa que resultaría, la mera intención del emperador soliviantó a los judios en su fervor religioso, lo cual se controló con represión en un entoro de corrupción creciente y una política favorable al politeismo grecolatino contra el judaismo. Los zelotes, la secta más guerrera del judaismo, cobró importancia hasta que se rebelaron en el 66, siendo emperador Nerón. Este envió al que sería el siguiente emperador, Vespasiano, a reconquistar lo perdido. Los palestinos aguantaron hasta tres años de guerra mientras Josefo, comandante de la resistencia judía, a las pocas semanas de comenzar el asedio romano, se rindió, alardeando de un pacifismo conveniente para el imperio romano. Después del 69, el mismo Josefo, ya nacionalizado romano por adopción de Vespasiano, viajaría con el hijo del emperador a, entre otras cosas, ser testigo de la destrucción del Templo de Jerusalén.

2. Si el cristianismo era una secta pacifista minoritaria en Roma, entre otras tantas que predicaban el mesianismo, ¿cómo alcanzó en dos siglos la cúpula del poder hasta hacerla religión oficial del Imperio romano? Esto se explica por la conveniencia histórica: a la propia Roma le interesaba, y de hecho los propios Flavios ya rendían culto a un único dios Jupiter todopoderoso, acompañado del culto a un espíritu santo virginal, Minerva, y al hijo de Dios, el popio emperador. Tal fue el culto de Domiciano, que además persiguió a los ateos. Más aún, si nos fijamos bien, el cristianismo no es mas que una revisión de rituales romanos y judios con una burla implícita del mundo romano al mesianismo judio: ya vino el mesias y, a ver, si no le mandasteis crucificar directamente, como poco no le hicisteis caso. No obstante, si hubo un tal Jesús que murió en la cruz por sedicioso o por proclamar una religión falsa a ojos de romanos y judios, resulta irrelevante en su época y en el territorio en el que vivió: nadie le tenía en cuenta allí y entonces. Y eso hace pensar que, simplemente, no es necesaria su existencia para explicar el cristianismo, que se explica por si solo por las migraciones judías y el contexto histórico del imperio romano en el siglo III y IV, al que le convenía una religión unitaria, pacifista y jerarquizada para ejercer más ampliamente el poder cultural necesario para mantener sus estructuras durante varios siglos más, y los títulos honoríficos de sus nobles (como Pontifex Maximus o Princeps) para la eternidad. Y de paso recordar rendir culto a la virgen María y a las vestales, esto es, a Minerva.

Es decir, que incluso aunque hubiese habido un Jesus, dificilmente sería el mismo al que se refiere con el término Cristo, y de hecho hubo muchos hombres en la zona con ese nombre - otra traducción es Josua, interesadamente rebuscada para distinguir a los que tengan un nombre de otro en distintas traducciones, reforzando más la importancia de lo que no deja de ser un personaje literario -. Y si aún así fuese, que hubiese habido un Jesús de la secta nazarí que fue crucificado por liarla en el templo y proclamarse Rey de los judios, el sentido común dicta que no era ni hijo de Dios, ni de una virgen. Hay una explicación más sencilla, y es la misma que explica el nacimiento y muerte de dioses como Dionisos, Osiris, Mithra...

Y esta explicación no es otra que el pensamiento mágico que, finalmente, forma mitos, que en todo caso no recogen información real, sino imaginaria.

Por: manuko | Fecha: 03/04/2018 03:30


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